Vamos a cantarle al mundo lo perdido. Vamos a desmitificar el tiempo, a robarle a la noche su silencio, a perder el miedo de la entrega, aunque sea fortuita, producto de unas cervezas, del vino, del calor de la música que retumba en las paredes y que cuando el alcohol invade las venas ya no ahoga las palabras, sino que le pone un matiz a lo confesado. Vamos a dejar a un lado todos los prejuicios, que tú me gustas y yo también te gusto y la vida se acaba justo ahora, en el momento en el que te veo y me sonríes y no sabes quién soy ni tu tampoco ni yo tampoco, entonces la mañana no tendrá prejuicios ni juicios ni pos juicios.
Vamos a prender un cigarrillo para quemar el tiempo, las ganas, las palabras corteses, que ya no exista pudor, ni tabú, ni fantasmas de un pasado que nos persiga que nos abrume que nos castigue, que no exista ese tiempo, ni aquel ni ninguno porque esta noche el tiempo ha entrado en huelga, no existe vejez ni juventud, existen nuestros cuerpos, nuestras ganas, lo demás es solo adorno.
Que la tenue luz de una vela nos ilumine el rostro, la sonrisa, la tristeza, y que en el imperceptible hilo de humo que desprende se pierdan los malos recuerdos, queden solo los buenos, los que te hacen reír, las historias, propias o no, que contamos, las que nos apropiamos porque tal vez después de hoy ya no sabremos nada de nosotros, tu de mí, yo de ti, tu de ti ni yo de mi.
Vamos a dejar que el mundo pase a nuestro lado, que nos miren reírnos y mirarnos y sentirnos, que el mundo siga lento y tranquilo su rumbo por el vasto universo, que nos dejen crear nuestro propio cosmos, nuestras propias galaxias adornadas con la constelación de tu mirada y el cúmulo de luz que se desprende de tu sonrisa, que no existan planetas ni satélites porque en nuestro cosmos las palabras encierran todo lo existente y vagan libres por el universo sin miedos, sin límites, sin dolores y sin pesos, para que sean solo palabras, armonías acústicas que retumban acá y allá, que regresan solo con ecos que hieren levemente el silencio entre nosotros, el breve espacio entre un sorbo y otro, entre una mirada y otra, entre un roce y otro.
Vamos a mentirnos descaradamente para descubrir detrás de cada mentira nuestras más ocultas sensibilidades, para desnudar nuestro ser mas interno, aporreado por la cotidianidad de una vida que es a la larga la más grande mentira.
Vamos a contarle al mundo lo perdido, que cuando la luz fulgurante del sol apague implacable la sombra de la noche, el vino se habrá agotado pero nuestras soledades, aunque similares a otras mil soledades existentes, al haberlas compartido, serán únicas en el mundo.
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